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domingo, 24 de mayo de 2015

TENER O NO LA RAZON

Esopo decía “Cuando un lobo se empeña en tener razón, pobres corderos“. Lamentablemente, no es una fábula, hay muchas personas que se empeñan en llevar la razón, siempre y en todo lugar, y no importa si para conseguirlo gritan; insultan; dan excusas estúpidas; o se ponen a sí mismos en ridículo. Lo único importante es que su palabra sea la última y que su voz se alce por encima de la voz de los demás. ¿Quién no ha tenido que aguantar al funcionario o al banquero de turno que, sabiendo que tiene la sartén por el mango (el poder) se empeña en tener razón hasta ponerse rojo? ¿O al cuñado; la hermana; o el “amigo”; que ya de antemano te exige saber que eres tú el equivocado, pues si hubieses hecho las cosas como él o ella dice, te habría ido mucho mejor? Y me pregunto: ¿Hay personas entonces que hemos nacido sin razón? ¿Sin razón de ser; sin razón de sentir; y con la sinrazón de pretender llevar la razón de vez en cuando, si nos dejan? Entonces pienso en las cosas que me perdería si me empeñara en llevar siempre la razón a cuestas (con lo que debe pesar un solo kilo de razón). Cosas como la capacidad de improvisación, pues no puede improvisar quien ya sabe de antemano que todo es exactamente como él dice. O la intuición, ¿para qué va a ser intuitivo quien tiene razón siempre, si igualmente va a seguir teniendo razón, elija el camino que elija? O la libertad de aprender de mis errores y de aprender de los demás, de los que lo hacen mejor que yo. En psicología llaman al hecho de “querer tener siempre la razón”, error cognitivo (perteneciente o relativo al conocimiento) que se da en quienes creen estar en posesión de la verdad y que suelen ponerse a la defensiva para probar que su punto de vista es el único correcto y su actitud la más adecuada. Son personas incapaces de cambiar de opinión (no rectifican ni aunque hacerlo sea de sabios) pues no escuchan ni tienen en cuenta otros puntos de vista, salvo el suyo, que además suele ser erróneo debido a su terrible obcecación. Y esta rígida actitud sin sentido… ¿les sirve de algo? A ellos, no sé. A los demás, de pasar un mal rato por su culpa, pero también de aprender a no ser como ellos; a que nuestra mente no se cierre en banda ante todo lo que suene a diferente; a vivir en tolerancia; a desarrollarnos como personas; a ser más sabios; a evolucionar… “Si siempre quieres tener razón, nunca tendrás la verdad“,

PERSONAS QUE CREEN TENER SIEMPRE LA RAZÓN

Todos conocemos a alguna persona que siempre pretende llevar la razón y que no acepta otro punto de vista sobre cualquier cuestión que no sea el suyo propio. Esta característica de su personalidad hace que la convivencia y la relación con estas personas sean muy complicadas.

1. Características de estas personas
2. Causas de este comportamiento
3. Convivir con estas personas
4. Cómo vencer este defecto
 
1. Características de estas personas 

Este defecto no se presenta por regla general como una característica aislada en el sujeto, sino que es una manifestación de un tipo de personalidad determinada. El hecho de no aceptar otro punto de vista nos está reflejando la poca confianza que estas personas tienen en los demás. No escuchan las opiniones y argumentos de los otros porque no valoran lo que éstos puedan decir, lo que les hace tener poca empatía con otras personas.
Estas personas están obsesionadas con tener el control de las situaciones. Todo lo que sea salirse de sus normas y su rutina les incomoda, por lo tanto no están a gusto con las situaciones novedosas y con los cambios. Esto les convierte en personas poco flexibles y, en muchas ocasiones, realmente maniáticas, ya que desarrollan una serie de rutinas en su vida que acaban convirtiéndose en imprescindibles. Esta actitud soberbia enmascara muchas veces una personalidad insegura, que necesita constantemente el reconocimiento de los demás, y creen que imponiendo sus opiniones pueden conseguir ese prestigio y reconocimiento que tanto anhelan.

 2. Causas de este comportamiento

Desde que somos pequeños recibimos una serie de enseñanzas e informaciones de diferentes ámbitos que van configurando nuestra manera de pensar. Las opiniones de nuestros círculos más cercanos; la familia y los amigos son las que más nos marcan y más influyen en nosotros.
Cuando siempre recibimos opiniones e información en el mismo sentido, nuestras posturas se van haciendo más inflexibles y nos volvemos radicales defendiendo estas posturas y no admitimos otros puntos de vista distintos del nuestro. Este sería el origen del fanatismo político o del integrismo religioso.
La educación suele ser la clave de estos comportamientos, aquellos niños consentidos a los que no se les ha puesto límites y que siempre han conseguido lo que han querido acaban convirtiéndose en personas caprichosas y despóticas que no admiten que les contradigan y que siempre quieren tener la última palabra.

 3. Convivir con estas personas

La convivencia con este tipo de personas no es fácil, ya que no aceptan que se les lleve la contraria y cuando esto sucede intentarán por todos los medios imponer su opinión, si no lo consiguen se encolerizarán y si lo logran, intentarán humillar y restregar su triunfo a su interlocutor.
La complejidad de estas relaciones se refleja en muchos matrimonios. Cuando uno de los cónyuges intenta imponer siempre su manera de ver las cosas puede producir dos reacciones en su pareja; o bien esta acepta la imposición, en cuyo caso vivirá en cierto modo sojuzgada por su pareja o se revelará contra esas imposiciones, lo que provocará reacciones airadas de su pareja y se establecerá un clima de tensión y de constantes discusiones que pueden provocar una ruptura.
En el ámbito laboral también se hace muy difícil esa relación, especialmente cuando es el jefe quien cree tener siempre la razón, lo que puede llevarle a imponer a sus empleados decisiones absurdas y caprichosas y lograr que estos estén a disgusto y que no se consiga un buen ambiente de trabajo, que es imprescindible en toda organización empresarial.

  4. Cómo vencer este defecto
 
Ya hemos visto que esa obsesión por llevar siempre la razón es simplemente un reflejo de un tipo de personalidad, por eso es muy difícil cambiar este defecto si no intentamos hacer un cambio más completo en nuestra manera de ser y de comportarnos.
Podemos enumerar varias premisas para intentar que se produzca este cambio:
Voluntad de cambiar: La persona ha de ser consciente de que tiene este defecto y debe tener la voluntad de corregirlo.
Ser más receptivo: Uno de los problemas de este tipo de personas es que no escuchan a los demás, este es el primer paso para comprender y aceptar otros puntos de vista.
Salirse de las rutinas establecidas: Estas personas son a menudo víctimas de sus propias rutinas. Salirnos de estas rutinas nos hará ver la vida de una manera menos limitada y nos hará más fácil disfrutar de ella.
Abrir la mente: Conocer nuevos lugares, distintos ambientes y personas diferentes nos enriquecerá y nos hará más abiertos.


Como Discutir con alguien que cree siempre tener la razón


Tratar de tener una nueva conversación con una persona que cree que siempre tiene la razón puede ser difícil y completamente frustrante. Cuando lidies con una persona que suele discutir, estos son algunos pasos que puedes seguir para controlar la situación

·        Mantén la calma. Molestarte y discutir más   no beneficiará a ninguno de los dos. Incluso podrían terminar diciendo cosas de las que se arrepentirán completamente.

·        Piensa en el tema de la discusión. ¿Vale la pena discutir por él? Si discuten por un tema como los mejores aderezos para una pizza, lo más probable es que sea mejor dejarlo pasar.
¿Por lo menos sabes el concepto básico del tema? Si no es así, ni siquiera tiene sentido tener una discusión.

·        Exprésate únicamente cuando sepas de lo que hablas. A menos que el tema sea uno que conoces muy bien, apartarse de los hechos evitará que puedas mantener la calma y te dejará expuesto a recibir un golpe bajo. Ten en cuenta que si algo de lo que dices es inexacto, invalidará todo lo que hayas dicho hasta ese punto y después de él. Para mantener una discusión válida y mantener la calma, apégate a los hechos.

·        Piensa en tu relación con la otra persona. Diferentes relaciones a menudo determinará la manera en la que debe manejarse la situación.
Si la persona es un amigo cercano, familiar o cónyuge, sé honesto con esa ella. Diles que te parece difícil tener una conversación con ella cuando insiste siempre en que tiene la razón. Ni siquiera podría haberse dado cuenta de lo que hace. Si ocurre de nuevo, díselo con cuidado. Compañero de trabajo (o incluso peor, tu jefe), aborda la situación con más cuidado. De manera amistosa pero asertiva explícale que crees que no valida respetuosamente tus opiniones e ideas. Señala que valoras su opinión y que te gustaría que tenga la misma consideración. Simple conocido o incluso un extraño, probablemente no necesites discutir con ella en lo absoluto. Abandona respetuosamente la situación.

·        Usa un lenguaje productivo. Recurrir únicamente a la ira no mejorará la situación, tampoco lo hará el utilizar un lenguaje mezquino. Contrarrestar un argumento con algo como “Eso es estúpido” no te hará llegar a ninguna parte y lo más probable es que haga que la otra persona se ponga a la defensiva.
·        Escucha bien. Escucha de verdad a la otra persona. Quizás realmente tenga un argumento válido. Si ese no es el caso, al menos entenderás lo que dice y puedes razonar mejor con ella.
·        Valida las opiniones de la otra persona con frases como “Entiendo lo que quieres decir” o “Puedo ver a dónde quieres llegar”. De esa forma, puedes brindar tu argumento en contra con respeto.

·        Ten cuidado con las declaraciones que suenen imprecisas. Es probable que al estar furiosa, esa persona no pueda explicar sus puntos de vista de una forma satisfactoria. Aprovecha ese momento de duda.


·        No le des más excusas a esa persona para que piense que está en lo correcto. Si desconoces una parte de la discusión, evítala por completo. No tiene sentido explicar algo de lo que no estás seguro.






Mas Vale ser Feliz que tener la RAZÓN 


¿Eres tú de aquellas personas que siempre creen, quieren o necesitan tener la razón?  ¿Que están dispuestas a todo para demostrar que tienen la razón?  ¿Los demás te preguntan por qué siempre quieres tener la razón?   En cualquier discusión, al final ¿siempre eres tú quien tiene la última palabra, pero ni tú ni los demás se sienten satisfechos?  ¿Discutes o gritas para convencer a los demás de que tú tienes la razón?  Si es así, ¿esto te hace realmente feliz?
Este tipo de personas que siempre tienen la razón, ¿son en realidad felices?  Se enojan cuando los demás no están de acuerdo con ello(a)s o con sus opiniones o creencias.  Insisten en tener siempre la última palabra en cualquier situación y jamás reconocen que pueden estar equivocado(a)s. Las personas que tienen la necesidad de tener la razón todo el tiempo, basan su autoestima en tener siempre la razón.  En el fondo, creen que si los demás no están de acuerdo con ello(a)s, entonces no son valioso(a)s o digno(a)s de amor.   Desesperadamente necesitan, inconscientemente, que los demás  estén de acuerdo con ello(a)s para sentirse bien, lo cual de cualquier manera nunca logran, ya que nuestro bienestar siempre viene de dentro de nosotro(a)s mismo(a)s.




El siempre querer tener la razón es una forma de violencia o agresión, ya que este patrón generalmente termina con un “perdedor” y un “ganador”, y los efectos son similares a aquéllos del abuso físico.  La sumisión de la otra parte es inevitable.   De hecho, este tipo de actitud es también considerada una forma de abuso emocional.  Un padre o madre así, es particularmente dañino(a)  para sus hijos, porque el(la) niño(a) aprende a sentirse el “perdedor” y que sus opiniones no son válidas o importantes.   Este tipo de actitud es un reflejo directo de una baja autoestima.  Y desafortunadamente la baja autoestima de los padres afecta el desarrollo de una autoestima sana en los hijos.
El que los padres siempre quieran tener la razón es un comportamiento particularmente dañino, ya que trae consigo una situación de enojo dentro del ambiente del hogar.  Cuando un padre, a través de siempre querer tener la razón, trata de probar su valor,  al mismo tiempo está robando un sentido fuerte de valor a sus hijos.


También encontramos muy frecuentemente este tipo de actitud en jefes y propietarios de negocios.  Desafortunadamente, este comportamiento crea ambientes de deslealtad, deshonestidad, falta de cooperación, in eficiencia y rotación de personal en las empresas.
Si eres de este tipo de personas, no comiences a criticarte y a sentirte mal, porque eso no te va a llevar a ninguna parte.  Lo que sí  puedes hacer es comenzar a trabajar en ello.   Recuerda que tú eres una persona maravillosa con muchas cualidades positivas, y que siempre tienes la oportunidad, en cualquier momento, de elegir ser diferente.  Empieza por recordarte a ti mismo(a) de tu valor intrínseco como ser humano.  Cuando estés en medio de una discusión o desacuerdo, trata de imaginar cómo sería ese conflicto si el resultado no fuera importante.  Comienza por permitir a otros manifestar y defender su punto de vista, aunque sea diferente al tuyo, sin tener que lastimar los sentimientos de los demás

En cualquier relación, si hay alguien que siempre tiene que tener la razón, podemos apostar que habrá problemas.  No es  necesario ser adivino para saber que cuando una persona está determinada a ganar todos los argumentos o desacuerdos a toda costa, cualquier relación será dañada, ya que esta actitud interfiere con una comunicación sana, con un proceso compartido de toma de decisiones, destruye la autoestima y la confianza de la otra parte, y evita la igualdad en una relación.  ¿Y a dónde lleva todo ésto en una relación?
¿Qué prefieres:  ser feliz o tener la razón?  Esta pregunta implica que no puedes estar concentrado(a) en tener la razón, y al mismo tiempo tener relaciones sanas con los demás.
Una buena comunicación en cualquier relación, depende de que ambas partes se sientan seguras para expresar sus propios puntos de vista individuales, sin ser criticado(a)s o menospreciado(a)s.  Si una persona no respeta las opiniones de la otra persona, no será posible una comunicación verdadera.
Es arrogante para cualquier persona el pensar que sus opiniones siempre son las correctas.  Es arrogante pensar que no hay valor en escuchar a los demás y en abrirnos a nuevos puntos de vista y acercamientos.  Es arrogante humillar a otros sólo porque difieren de nuestra manera de pensar.  ¿No lo crees así?
Cuando demandas que los demás admitan que tú tienes la razón y que ellos están equivocados, estás demostrando tus propias limitaciones e inseguridades.  Cuando juzgas a los demás, no los estás definiendo a ello(a)s, te estás definiendo a ti mismo(a).



MAPA CONCEPTUAL